Café para todos y todas

Hace tiempo ya de nuestra constitución, para bien o para mal el documento aprobado en 1978 cambio España. Para bien o para mal el estado en el que vivimos es autonómico - ¿auto qué? se plantearían en otros países. A medio camino del todo y entre nada y nada, creamos un país complejo como nuestra propia historia. Una legislación incomprensible y abundante, más funcionarios de los que podemos mantener y demasiados políticos, son la esencia que nos caracteriza. Eso e así -que decía aquel cortometraje tan gracioso que no dejo de recomendar .


El caso es que la semana pasada abrimos un melón -de esos ricos ricos que le gustan a ZParo, pero en este caso: alguno que otro teníamos hambre- sobre el blindaje del concierto económico. El debate sencillamente jurídico se convirtió, en un par de telediarios, en algo demasiado grande y complejo. Algunos opositores a esta cuestión llegaron a ampararse en el derecho a la igualdad con el pecho hinchado y cara de mala leche.


Hoy recuerdo aquello de café para todos, época de transición, claro: si no sería café para todos y todas; pero lo cierto es que fue una de esas frases para recordar. Nos dijeron, a los vascos, que nos correspondía algo de café de más -para bien o para mal: debe ser por la historia de la nación española- lo que nadie nos dijo es que la cafetera que nos daban -fundamental para lo de hacer café- era más vieja que la pepa.


Mientras que nuestras normas fiscales, en Euskadi, realizadas por las Juntas Generales provinciales tienen carácter de reglamento -para seguir con la metáfora: una de esas cafeteras donde la abuela hacia el café- el resto, en parlamentos, sin embargo, dispone de una de esas nexpreso con fuerza de ley.


Para bien o para mal, de cafeteras va el asunto. Si yo me he querido explicar seguro que alguien me ha querido entender: si no hay cafetera no hay café, de la misma forma en que si no hay gasolina el coche no anda.


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